lunes, 24 de octubre de 2016

La carrera que no se anunció

Fue una fiesta la que se vivió en el Hipódromo de Tucumán. Algarabía. Efusividad. Jockeys y propietarios en los ojos de un público sediento. Ansioso. Pero detrás de esa celebración y de cada corcel, existió una historia. Un trabajo. Un rostro desconocido .Un peón que no recibió aplausos. Ana Sarmiento fue uno de ellos. Una apostadora de la vida que nadie vio.

Ana Sarmiento, fiel a su lugar. Como en cada encuentro de turf. 



Bajo los rayos de un intenso sol, tuvo inicio otra jornada de turf. La reunión n° 25 en el Hipódromo de Tucumán.  La temperatura alcanzó los 30°. Calor que no opacó  la expectativa de un numeroso público.

Poco a poco, cada rincón se colmó. Boleterías colapsadas. Apostadores enardecidos. Caballos listos en sus posiciones. En medio de tanto bullicio, se escucharon las campanadas. El relator anunció la largada de la primera carrera. En un minuto se conoció al ganador. Los jockeys y los equinos abandonaron inmediatamente la pista. Dieron lugar a la siguiente rueda.

Cada jinete que triunfó se llevó los aplausos. Las felicitaciones. Las fotos. Las miradas. Como así también, los cuadrúpedos protagonistas.

A lo lejos, bajo la sombra de un antiguo árbol, de raíces maduras y gruesas, se regocijó una fiel espectadora. Preparó una mesita. La vistió con un claro mantel. Al lado, colocó dos conservadoras. Con cuidado, acomodó vasos, cucuruchos y cucharas. Esperó. Por momentos se acercaron compradores. En otras ocasiones, sólo preguntaron precios.

 Ella, a su modo, también quiso llegar a una meta. Ana Sarmiento corrió como cada domingo su propia carrera. En una actualidad donde todo se encareció, se le hace cada vez más difícil volver con una generosa recaudación. 

Esa tarde el dinero de las apuestas corrió como moneda corriente. Intentó, por lo tanto, que esa fluidez se reflejará en sus ventas. Pero no fue la única. Otros puestos de refrescos y alimentos estuvieron firmes allí. No existió exclusividad. " Nosotros nos rebuscamos para sobrevivir. Está todo muy duro. Hoy es un evento tranquilo a pesar de la gente. En las cuadreras, por ejemplo, vienen muchísimas personas y las ganancias son más ricas".

No fue una casualidad, que ésta mujer de 54 años, se posicionara en ese lugar. Se ubicó al frente de una cerca. Pero no de un espacio cualquiera. En ese pequeño predio, se prepararon y se presentaron los caballos. Es una amante de los animales. Apasionada de las carreras. Su devoción la acompañó desde pequeña.

Aunque nadie lo percató, dedicó su vida al cuidado de las yeguas y los potrillos. Detrás de cada despliegue de un corcel, estuvo de alguna manera, presente. Desde muy temprano, arropó sus camas. Cepilló sus crines. Cola.Limpió sus tacos. Estuvo en cada detalle. Todo un ritual de amor y devoción. " Mi día comienza a las 6:15 a.m. Les doy de comer y les cambio el agua. Coloco las vendas en sus patas para que puedan competir. Los visto. Pero cuando están nerviosos trato de tranquilizarlos. Uno ya los conoce. Sabe cuando el caballo está preparado para ganar o no. Lo intuimos más que nadie"

Ana realizó eso que no se vio. Se encariñó con los equinos que cuidó. Sufrió por cada uno que se sacrificó. No renegó jamás de su estilo de vida. No se imagina un despertar diferente. Ya no. Siente un compromiso eterno. " Éste es mi lugar. Vivo aquí, en el Estudio Chirino del Hipódromo. Nací y moriré con los caballos".

Pero anhela que en algún momento, todo ese sacrificio y dedicación sea valorado. Remunerado. Ella ,al igual que otros peones, recurren a la venta de golosinas o refrigerios para llevar un plato de comida a sus mesas. Viven en un completo anonimato.Son invisibles ante miles de ojos. Una contradicción. Porque son las figuras más importantes. Los que están cuando las luces se apagan. Cuando se baja el telón. " Es mucho lo que hacemos.Pero ganamos muy poco. No nos alcanza"

Los peones prepararon y arroparon a los caballos. Listos para la presentación.

Ana y sus compañeros luchan por un cambio. Una mejora. Galopan firmes en cada evento. Así ,como en el ajedrez, el peón hace de su debilidad su mayor fortaleza y vale mucho más al comienzo de la partida. Aunque nadie se percate de ello. 


La historia en su voz.

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